Laura Diz
Atención Temprana del desarrollo infantil
Valoración, evaluación e intervención en los Trastornos del
desarrollo, conducta, aprendizaje y ALTAS CAPACIDADES (AACC)
Esp. en Desarrollo de las Altas Capacidades (Univ de Córdoba)
Los principios rectores del método Pikler
Citamos la obra : " Lóczy ou le maternage insolite " de G. Appell y M. David, 1973. Edición en castellano: "La educación del niño de 0 a 3 años", Narcea, Madrid.
"La vida de los niños y la relación que los adultos mantienen con ellos son concebidos por el equipo a partir de principios rectores que guían la acción de cada uno.
Su presentación previa es necesaria si se quiere comprender la razón y el valor del sistema de cuidados totalmente original que se pone en práctica. Es a partir de estos principios rectores, a los cuales el conjunto del equipo presta la mayor atención, que son regulados en detalle todos los aspectos de la vida cotidiana de los niños.
Estos principios pueden ser formulados así :
-
valor de la actividad autónoma
-
valor de una relación afectiva privilegiada y la importancia de la forma particular que conviene darle en un marco institucional
-
necesidad de favorecer en el niño la toma de conciencia de sí mismo y de su entorno
-
importancia de un buen estado de salud física que se sostiene, pero que también en parte, es el resultado de la buena aplicación de los principios precedentes.
Estos cuatro principios son de igual importancia y cobran su valor en el sistema educativo puesto en práctica, en el que son simultáneamente respetados de manera constante. Si uno de ellos fuera descuidado, el equilibrio de la experiencia ofrecida al niño se rompería ".
Un quinto principio atraviesa todos los otros : para Pikler, el corazón mismo de toda su nueva visión del niño pequeño, de su relación con el adulto y con el mundo circundante está impregnado de la importancia brindada a su gran descubrimiento: el desarrollo del movimiento del niño en autonomía y por su exclusiva iniciativa (la motricidad libre), y al rol que esos movimientos desempeñan en todos los instantes de la vida del niño tanto en su actividad propia como en los momentos de intimidad con el adulto.
Específicamente, es la nueva visión del factor definido por Pikler como la motricidad libre en su actividad autónoma lo que le permite al niño sentirse competente. En la relación niño-adulto constituye uno de los elementos determinantes que favorecen por una parte el " buen trato " y por la otra, los diálogos basados en el respeto mutuo.
Asociación International Lóczy (Pikler)
Los bebés aprenden a moverse solos
Es muy común que ayudemos a nuestros pequeños a moverse y que les enseñemos a sentarse y a caminar. Pero ¿es beneficioso para ellos? Luego de años de estudios, la especialista Emmi Pikler concluyó que el desarrollo motor surge de manera espontánea y que las enseñanzas de los grandes pueden no ser lo mejor para los chicos.
No es poco común que, cuando nace un niño, sus padres, aunque disfrutemos plenamente de cada etapa, imaginemos con ilusión el próximo paso del bebé: cuando sostenga la cabeza, cuando se siente, cuando camine… Y también es muy corriente que “ayudemos” a nuestra cría a hacer movimientos que, por su edad, todavía no puede realizar. Así, por ejemplo, los sentamos protegidos y hasta sostenidos por almohadones para que no puedan caerse, porque todavía no pueden mantenerse erguidos. O, con pocos meses de vida, los ponemos de pie pensando que ellos lo piden, malinterpretando una necesidad del niño de ser llevado en posición vertical para observar el mundo desde esa perspectiva. Pero puede ser que –como observó la pediatra Emmi Pikler en el hogar para niños que dirigió en Budapest– esta intervención no sea necesaria, y que por el contrario sea perjudicial.
Emmi Pikler (1902-1984) fue una importante pediatra húngara que dirigió el Instituto metodológico de educación y cuidados de la primera infancia de Budapest (conocido como Instituto Lóczy, hoy llamado Instituto Pikler), fundado para bebés que necesitaban cuidados prolongados lejos de sus familias. Creó un sistema educativo basado en el respeto al niño, en el que el adulto adopta una actitud no intervencionista que favorece el desarrollo.
Pikler estaba convencida de que el desarrollo motor es espontáneo; y aseguraba que, si se les proporcionan ciertas condiciones, los niños alcanzan por sí mismos un desarrollo motor adecuado. El adulto no “enseña” movimientos ni ayuda a realizarlos, y los niños se mueven y se desarrollan regidos por su propia iniciativa. Por otro lado, no se le impide al niño la realización de ningún movimiento, por lo que en este sentido es completamente libre: si un niño que camina quiere reptar y rodar, no hay nada de malo en eso.
¿Pero no es bueno que los adultos “ayudemos” a nuestros niños y les “enseñemos” a realizar los movimientos? A esta pregunta Emmi Pikler respondía que “ayudar” a los niños cuando ellos no están listos para realizar ciertos movimientos por sí mismos es perjudicial. Y explicaba que muchas veces el adulto actúa motivado por la costumbre: estamos habituados a hacerlo, y eso nos resulta habitual. Pero que exista el hábito no significa que sea beneficioso.
En su libro Moverse en libertad, la pediatra observa varios inconvenientes de esta ayuda modificadora del adulto:
-
Primero, al poner al niño en una postura que no podría adoptar por sí mismo lo obligamos a estar inmóvil: el niño no puede salir de esa posición. Si, por ejemplo, echamos boca abajo a un bebé pequeño, en contraposición con dejarlo boca arriba, donde puede moverse, tomar sus pies, mirar para los costados, estamos frenando su capacidad de movimiento.
-
En segundo lugar, las posiciones en las que ponemos a los niños no son normales para él o ella; como consecuencia, la postura de los músculos no es natural, es forzada, y los músculos quedan tensos o con malas posiciones.
-
Por último, el niño que hemos puesto en una posición a la que no puede llegar solo queda condenado a depender del adulto para cambiar de postura. Estaremos fomentando su dependencia del adulto y frenando su desarrollo autónomo.
Además, con intervención del adulto, el niño pierde etapas intermedias de su desarrollo motor, como el reptar (muchas veces cuando un niño que está sentado decide deslizarse para reptar, sus cuidadores lo levantan y vuelven a sentarlo, inhibiendo su voluntad y ejerciendo una prohibición sobre el movimiento) o el gatear, etapas que son necesarias antes de adoptar posturas nuevas y de conquistar destrezas más avanzadas.
Para permitirles libertad de movimiento a los niños, dice Emmi Pikler, es importante que ellos tengan espacio suficiente para moverse y ropa que les permita mover sus miembros cómodamente.
El espacio para los niños debe además ser seguro y estar adaptado a ellos. Y si bien el adulto está siempre junto al niño y lo incentiva a desarrollarse, no debería ofrecerle su ayuda en lo que a movimientos respecta: no se lo sienta, no se lo pone de pie, no se le ofrece un dedo para que pueda sostenerse ni se lo “tienta” con juguetes para que avance. La autora aclara que la no intervención del adulto no se debe a una falta de interés en el niño; por el contrario, los adultos festejan con regocijo el adelanto del niño, como lo harían si ellos hubieran intervenido en el desarrollo de manera activa.
Por último, el adulto debe mantener con el niño una relación paciente y respetuosa.
Es probable que si estamos acostumbrados a ayudar a nuestros hijos en sus movimientos, nos resulte difícil no precipitarnos a intervenir en su desarrollo motor: uno, como padre, quiere lo mejor para sus bebés; y que aprendan a moverse rápidamente y sin contratiempos puede parecernos parte de ese “darle lo mejor”.
Pero informarnos sobre distintas corrientes y estudios referentes a su desarrollo, y considerar darles una oportunidad, puede ser beneficioso para ellos y, como consecuencia, también para nosotros.
Por Cecilia Galli Guevara
www.crianzanatural.com